El tiempo pasa y la vida sucede a toda velocidad. Después de 18 años lejos regresé a mi tierra, Oaxaca, porque como bien dicen, la tierra llama. Para entonces, había vivido casi la mitad de mi vida fuera de ella.

Volví en 2011 con el anhelo de reencontrarme con mis raíces, con el suelo donde crecí. Oaxaca me recibió con sus colores intensos, su música, su comida, su cultura y sus tradiciones. Es una tierra de climas áridos, sí, pero de corazones cálidos. Desde ese reencuentro, mi cámara se convirtió en mi cómplice para redescubrir lo que alguna vez dejé, pero que nunca olvidé.

Me he internado en pueblos, calles y casas donde he sido recibido con generosidad y alegría. Las personas que me han abierto sus puertas también me han compartido su vida, sus fiestas, su fe. A través de mi cámara he buscado capturar no sólo momentos, sino el alma de mi pueblo que celebra, honra y baila con el corazón.

Este proyecto es un viaje permanente que no pienso abandonar. Porque Oaxaca es inagotable y cada fiesta, calenda, boda, procesión o carnaval es un divino pretexto para convivir, para celebrar, para sentirnos orgullosos de ser oaxaqueños.

Divino pretexto en sí es una serie fotográfica que retrata el arraigo, la identidad y la diversidad cultural de Oaxaca. Un homenaje visual al fervor, la alegría y la memoria viva de quienes mantienen estas tradiciones encendidas.

Oaxaca es mi punto de partida y mi destino.

Divino pretexto es el rostro de una tierra que, una y otra vez, vuelve a sorprenderme.